CENTRO CULTURAL SAN FRANCISCO SOLANO
CENTRO CULTURAL SAN FRANCISCO SOLANO. LA CUCHARA SANTA DE SANTA PE



















la cuchara santa

LA CUCHARA SANTA DE SANTA PE (*)

Santa Pe: Guadalupe Gómez Culla, nacida en Navas de Riofrío, Segovia, hija de Daniela, de Ontiñena, Huesca y de Daniel, de Navalmanzano, Segovia, fue una niña muy devota de sus padres, de Dios y su Iglesia. Era hermosa como la Madre del Señor; de Dios gloria, obra de su amor.

Santa Pe siempre se mantuvo casta y pura, y su pureza inmaculada nunca fue mancillada ni por toreros de corridas de toros pueblerinas, como las del Indio Apache, el Ribereño, etc., en Cañete y otros pueblos de Cuenca; en Fuentepelayo, Aguilafuente, Cantalejo, Cuéllar, de Segovia, donde su presencia era fuente de gracia, y los toreros le dedicaban sus corridas, regalándole por unas horas su montera o sombrero, su capote de paseo, así como sus trofeos de orejas y rabos de los toros conseguidos en la criminal y esplendorosa muerte del animal.

En la velada de las fiestas principales de estos pueblos, el torero o los toreros de turno la sacaban al primer baile, bailando unos pasodobles que infundía en estos pueblos la fuerza del Amor.

A Guadalupe la llamaban “Guapalupe” y todos los mozos y mozas de estos pueblos la envidiaban con pasión, pues decían:

-Esa chica Guadalupe, que es custodia del Señor, es aurora celestial en estas corridas de toros, y nosotras y nosotros somos los que nos quedamos para vestir santas y santos.

Como digo, ella nunca fue mancillada ni por toreros ni por mozos de verdad. Cuando sus padres se trasladaron a Madrid capital, ella trabajó en Modas Cimarra, en la Gran Vía; un obrador y tienda de primera categoría. Allí la llamaban “la Primorosa”, por lo bien que cosía, además de que de los ojos de sus agujas pendían las felicidades de la tienda, pues nada más sacar al escaparate el modelo cosido por ella, estaba vendido.

-Guadalupe, no nos dejes nunca, le dijo, un día, la Jefa.

Pero Guapalupe, por culpa del Amor, lágrimas derramó su alma, y se trastornó sobre todo por un noviete que era ingeniero nuclear y fumaba porros, además de hacer yoga. Ella nunca se dejó tocar y menos follar sus partes más íntimas, cumpliendo la promesa que le hizo a su madre:

-Madre, nunca tendré que ir a confesar mis pecados de lujuria, pues ningún hombre me va a mancillar la Peseta o Chichi.

Un piropo que le lanzó un mocetón bastante guapo, cuando iba paseando con una amiga por la Gran Vía, este:

-Tú eres toda hermosa, pero no sabes una cosa: que tienes el culo partido.

Le hizo dedicarse todavía más a Dios vivo y a la Virgen celestial. De hecho, sus padres ya la habían pasado por el manto de la Virgen del Pilar, en Zaragoza, cuando niña, pero ella se hizo la más devota de la Virgen del Henar, en Cuéllar, Segovia; la Virgen de Fátima, en Portugal, y san Amaro, un santo peregrino del Camino de Santiago, de Burgos capital.

Siempre llevaba colgante en la muñeca de su mano derecha un rosario madera coco redondo, y en la palma de la mano, apretándola continuamente, una imagen de goma de la Virgen de Fátima. En su mano izquierda, un librito de la Vida y Milagros de San Amaro, del que compró tres: uno, para ella; otro, para la capilla de su residencia en Villaviciosa de Odón, donde pasó sus últimos años; y otro, para su médico psiquiatra “Garbancito”, del Hospital Gómez Ulla, en Madrid.

Que era una santa y humilde nazarena, blancura de azucena, es una Verdad como un templo. Ella era templo de María virginal. Por cierto, la Virgen María, como reina celestial, se le apareció cientos de veces, diciéndole:

-Salve, salve, salve, Guapalupe, Santa Pe. No temas lucero de la aurora, que todos los que hayan participado en tu dolor, serán castigados.

Guapalupe, Santa Pe, era más pura que el sol. Más hermosa que las perlas que ocultan los mares. Ella sola entre tantos mortales se hizo pureza en brazos de Dios. Ella nos decía que, cuando iba al servicio, era más limpia que don Quijote de la Mancha que hacía caca y no se manchaba por los Campos de Criptana, Ciudad Real, en la comarca natural de La Mancha.

Ella tenía una cuchara santa cruz de Malta, traída y regalada por un querubín de la mesa celestial, que la ayudaba en su dolor de vientre. ¡Oh milagro¡

Cuando hacía de vientre, rezaba:

-¡Oh María, Madre mía, Virgen del Henar, Virgen del Pilar¡

¡Oh San Amaro, consuelo del mortal¡

Amparadme y guiadme en este mi cagar.

Ella, con la grandeza celestial, llevaba la santa cuchara a su Ojete santo, e inundada de alegría, con la cuchara sacaba trufas como las de verdad, prometiendo regalar un cucurucho lleno de ellas al sacristán de la Ermita de San Amaro, y otro cucurucho lleno, a su psiquiatra “Garbancito” del Hospital Gómez Ulla; a las empleadas del comedor de enfermería de la Residencia, na de na, porque la trataban muy mal; terminando su rezo con un:

-Quien a vosotros ferviente ora, halla gloria en el cagar. Pues nombrar vuestros nombres santos es gozo y bálsamo de paz.

Sante Pe, Guapalupe, Guadalupe, hija fiel de su Madre de bondad, murió en el Hospital Rey Juan Carlos de Móstoles, en Madrid, en brazos de sus sobrinas Rosa y Pilar, sin poderles decirles tan siquiera lo que ella siempre nos decía:

-Que en el Cielo se vive mejor. Y, cuando muera, aunque mi amor os olvide por culpa de la Muerte, nunca os olvidéis de mí.

Preguntadas sus sobrinas si Santa Pe murió en olor de santidad, ellas nos dijeron con plena libertad:

-Más que en olor de santidad, Santa Pe, nuestra tía Guapalupe, Guadalupe, murió en olor bastante raro, que la doctora que la atendió nos confirmó, después, al firmar su defunción por “parada cardiorrespiratoria” y “obstrucción intestinal”, “que era un olor a pura mierda de esquizofrenia paranoide de contenido místico religioso, de años de evolución”.

-Daniel de Culla



(*)IMAGEN PROPORCIONADA POR EL AUTOR.